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Una historia de vida

Anthony Viaux había soñado durante mucho tiempo con pilotar aviones, pero como no destacaba especialmente en matemáticas y física en la escuela, aparcó su sueño y se fue a la escuela de negocios.

Para saciar sus ganas de volar, se apuntó a un club local de vuelo sin motor y conoció a gente con ideas afines. Gracias a ellos se dio cuenta de que había otro camino para conseguir sus alas y terminó siendo capitán de vuelo de una de las grandes líneas francesas de transporte aéreo.  Ello significa además del placer de volar tener un trabajo bien remunerado.

Ser piloto conlleva algunas de las mejores vistas del mundo. Sentados en la parte delantera del avión, con una gran ventana, los pilotos de líneas aéreas pueden ver el mundo de una forma que otros sólo pueden soñar.

Pero, desde hace un tiempo esas vistas empezaron a ser para Anthony no sólo incómodas sino desafiantes. .

Al sobrevolar regularmente los Alpes franceses, se dio cuenta de que la nieve de las cumbres retrocedía más cada año. Durante los graves incendios forestales en Europa, solía ver las llamas desde su posición ventajosa en la cabina de vuelo «Volaba sobre esos incendios forestales y sentía que no podía hacer nada».

Anthony había pasado mucho tiempo estudiando  sobre el cambio climático. En particular leyó atentam”Bilan Carbone” y otras obras de Jean-Marc Jancovici, activo influencionador del cambio climático y creador del método de contabilidad del carbono. A medida que aumentaba su conocimiento de las repercusiones del cambio climático, se dio cuenta de que nunca podría compaginar lo que hacía para ganarse la vida con su ética personal: él quemaba miles y miles de litros de combustible en cada vuelo. De modo que además de no poder hacer nada «allí arriba, en realidad estaba contribuyendo al problema».

Debía resolver ese problema ético. En 2022, comenzó un año sabático de dos años, «porque quería pensar qué quería hacer en mi vida, y si quería seguir siendo piloto» y  poco a poco llegó a la conclusión de que quería dejar de volar. Pero no fue una decisión fácil. «Era un sueño de infancia, trabajé muy duro para llegar donde llegué. No es fácil conseguir un trabajo como piloto, e incluso una vez que estás en la aerolínea, no es fácil llegar a ser capitán». Dejarlo todo significaba perder un buen sueldo, dejar un trabajo que le encantaba y a todos sus compañeros con los que había trabajado durante veinte años.

Cuando su año sabático llegó a su fin, Anthony dio el paso y lo dejó. El 2 de enero de 2025, día en que finalizaba su contrato con Air France, publicó en LinkedIn: «Me encantaba trabajar en Air France. Pero hoy siento la urgente necesidad de realinearme con mi brújula interior, que me dice que mis convicciones ya no están en consonancia con esta profesión».

A menudo oímos comparaciones entre la aviación y el uso del automóvil, afirmando que, por pasajero-kilómetro, volar es más eficiente. Pero estos cálculos suelen basarse en una sola persona en el coche, y en una ruta que sería imposible recorrer en coche. Por ejemplo, la calculadora de emisiones de carbono de la OACI nos dice que un vuelo de París a Nueva York generaría 0,32 toneladas de CO2 por pasajero. Recorrer los 5.829 km en coche, uno solo, generaría 1,4 toneladas de CO2. Incluso con un coche con cuatro personas, el CO2 por pasajero seguiría siendo de 0,35 toneladas. Pero, ¿es una comparación justa? Los cálculos se basan en un avión lleno de pasajeros, y no todos los vuelos están llenos todo el tiempo. Además, por supuesto, no se puede ir en coche de París a Nueva York. «No se pueden comparar cosas que no son comparables», concluye Anthony. «Sobre todo porque este cálculo no tiene en cuenta la estela del vuelo, que más o menos duplica el impacto sobre el efecto invernadero».

Anthony habla del «efecto rebote» y de cómo todos los esfuerzos, como comprar aviones más eficientes, utilizar combustibles de aviación sostenibles y adoptar métodos de pilotaje ecológicos, se ven anulados por el crecimiento. En sus últimas previsiones sobre el mercado mundial, Airbus prevé una expansión sustancial de la aviación en las dos próximas décadas. Para 2043, prevé más de 48.000 aviones en nuestros cielos, unos 20.000 más que en la actualidad. Según Airbus, menos de la mitad de las 40.850 nuevas aeronaves previstas se destinarán a enjuvenecer flotas antiguas. El 58%, es decir, 23.680 aviones, se destinarán exclusivamente al crecimiento. «Ese es el principal problema de la aviación: crecimiento, crecimiento y crecimiento», explica Anthony. «La solución, y lo que yo defiendo, es un decrecimiento de la industria. Pero es ingenuo pensar que eso vaya a ocurrir nunca, pero por eso me fui». Añade que no ayuda que los posibles viajeros se vean bombardeados por anuncios de aerolíneas de bajo coste que ofrecen tarifas ridículamente baratas. Las ofertas tentadoras suelen ser la gota que colma el vaso a la hora de tomar decisiones respetuosas con el clima. «La gente piensa: ‘aunque yo no vaya, el avión saldrá de todos modos, así que mejor compramos este billete barato y nos vamos'», afirma. «Todo el mundo es responsable de este desastre».

¿Cuál es la “moraleja” de esta historia? Mientras el consumo sea el principal motor de la economía, estamos destinados a sufrir junto a la naturaleza un cambio climático cuyas consecuencias no podemos preveer. Vemos que por ahora representa muchas vidas destruídas, no solo por la muerte sino por pérdidas como viviendas, empresas, trabajo por lo menos. Podemos pensar que les va a tocar a algunos por ahora…. ¿cuándo acaba el por ahora? ¿les tocará a nuestros hijos, nietos?  El desafío mayor es lograr una economía no sostenida sobre el consumo.

Fuente: Joanna Bailey, EuroNews Español, 26-1-2025

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