Teléfonos móviles: contaminación, reparación
Teléfonos móviles: contaminación, reparación
Si dijeran a cualquiera de nosotros que el bolsillo llevamos 40 materiales tóxicos, entre ellos arsénico, antimonio, berilio, plomo, níquel y zinc, nos preocuparíamos. Pues todo eso es lo que contiene un teléfono móvil además de metales pesados como plomo, cadmio y mercurio. Por eso es importante que el día que el móvil -y el televiso o la lavadora- deje de servirnos, no lo tiremos a la basura sin más: estos elementos no son biodegradables y podrían acabar contaminando el subsuelo y los acuíferos.
Cada año, se lanzan nuevos modelos de teléfonos móviles. Cada año, el nuevo iPhone sustituye como objeto de deseo al que se lanzó tan solo 12 meses atrás. Cada año, las principales marcas llevan al mercado su mejor teléfono inteligente hasta la fecha. Y vuelven a hacerlo 12 meses después. Esta carrera salvaje empuja a cambiar de móvil con frecuencia y, sobre todo, a comprar productos nuevos. Los costes medioambientales de este modelo de consumo son altos. La Universidad de McMaster, en Canadá, calcula que entre un 85% y un 95% de las emisiones que genera un teléfono se dan durante su proceso de producción, en el que se incluye la minería y la extracción de materias primas, entre las que se cuentan tierras raras y metales preciosos.
La Oficina Europea del Medioambiente (EEB son sus siglas en inglés) ha calculado un porcentaje más benévolo, pero igualmente desalentador: entre el 51% y el 92% de la contaminación que genera un móvil proviene de otras fases que no son la de su uso. Cuanto más tiempo se usan los teléfonos móviles, la huella medioambiental se palía en mayor medida. Para lograr eso, conviene reparar y reutilizar: algo que se hace cada vez más.
Cada vez se industrializa más este proceso de reparar y revender los móviles usados. En la planta de Montpellier de Smaaart tienen un método claro: “De cada producto que nos llega registramos el IMEI, la marca, el modelo, la memoria y la capacidad de almacenamiento del móvil”, apunta Estoudre. “Después, borramos los datos personales que contiene y emitimos un certificado para darle esta garantía al antiguo propietario”.
Mientras tanto, la cantidad de basura electrónica producida crece a marchas forzadas. El Observatorio Mundial de los Residuos Electrónicos, en el que colaboraron varias entidades pertenecientes a las Naciones Unidas, registró que en 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas, 7,3 Kg de media por habitante. En Europa, la media es de 16,2 Kg per capita. Para el ejercicio 2030 se espera un incremento del 40% en el total de residuos electrónicos.
James Suckling, investigador de la Universidad de Surrey, en el Reino Unido, coautor de un estudio sobre el tema publicado en 2015, propone cuatro medidas para reducir la huella de carbono de los móviles. La primera de ellas incumbe a los consumidores. “El teléfono más respetuoso con el medio ambiente es el que Ud. ya posee. Es mejor maximizar su uso cuanto sea posible”,
En su informe, la Oficina Europea del Medio Ambiente calcula que, para amortizar el coste medioambiental de producir un móvil, este tendría que durar al menos 25 años. Aunque lo óptimo sería que se mantuviera en servicio la friolera de 232 años. De momento, su vida media está en tres años. La organización señala que, con solo alargar un año la vida útil de todos los móviles de la UE, en 2030 sería como si se hubieran sacado de las carreteras un millón de coches.
Pablo G Bejerano
Fuente: El País, 15-4-2022