Solidaridad en tiempos de pandemia
Solidaridad en tiempos de pandemia
La pandemia por la COVID-19 plantea dilemas al Estado y a la población en general, lo anterior porque las medidas sugeridas por la ciencia de la salud principalmente por el enfoque de la salud pública, tienen un impacto en la vida de las personas, sus trabajos, su forma de relacionarse como sociedad, la salud mental y en los indicadores macroeconómicos de los países, pero sobre todo en la vida de los más pobres y desprotegidos, que por su vulnerabilidad pueden morir en la actual coyuntura, si no por causa del virus, por hambre.
Esta crisis expone además los impactos negativos del actual sistema socioeconómico neoliberal dominante, principalmente: injusticia social e inequidad, las deficiencias crónicas de los sistemas de salud, los recortes a los programas sociales del Estado. Aunado a ello, en El Salvador impera un sistema político orientado a lo electoral y no al bienestar colectivo, millonarios gastos en publicidad innecesaria, gastos poco transparentes en el marco de la pandemia, alto nivel de hostilidad, violencia y agresividad, violencia de género y feminicidios, polarización, desinformación y manipulación de los medios sociales de comunicación, una priorización del enfoque farmacológico sobre la atención primaria frente a la pandemia y finalmente, la falta de visión de país para afrontar las consecuencias derivadas de ella.
Estos momentos de gran sufrimiento, en el que muchas personas han fallecido por COVID-19 y una gran cantidad de personas han sido afectadas por el desempleo, el hambre y la violencia; estas situaciones deberían llevarnos como sociedad a la reflexión y a la búsqueda por transformar al país, fundamentada en los principios de los Derechos Humanos con respeto de la dignidad humana, la reciprocidad y la igualdad en la adopción de las medidas de prevención y tratamiento del SARS-CoV-2. Además, la reflexión debe ir más allá de la pandemia, es un buen momento para estudiar la posibilidad de abolir el ejército, reducir la inversión en armas e incrementar la inversión en seguridad ciudadana, educación, ciencia y salud.
El nivel más alto de la ética implica saber que el bien y la reciprocidad se expresa como solidaridad social, que conlleva a la necesidad moral de ayudar, asistir y apoyar a otras personas, como parte de la responsabilidad individual. Estos principios deben permear, en estos momentos de desconfinamiento paulatino y reactivación de la actividad económica, de forma transversal en todo el actuar nacional, así mismo se debe considerar el cuidado de la salud sobre todo a las personas en mayor situación de vulnerabilidad sin discriminación etarea, de orientación sexual, identidad y/o expresión de género, etnica, entre otras. En general las medidas de reactivación económica no deben tener un enfoque temporal, sino por el contrario deberían tener un enfoque hacia la economía solidaria y sustentable, basándose en relaciones más justas a corto, mediano y largo plazo, basado en el principio de solidaridad en el que todos aporten según los recursos que posean.
En estos momentos, cuando aún enfrentamos la pandemia, es urgente que ejercitemos la solidaridad y coloquemos al centro la sostenibilidad de la vida. Para ello, es indispensable: la educación y promoción de la salud desde un enfoque integral, el cambio de actitud de la población de una perspectiva individualista a un cuidado colectivo y el compromiso ético de exigir al Estado la búsqueda de consensos a través del diálogo entre los diversos órganos.
Finalmente, hacemos un llamado al trabajo conjunto e incluyente por un pacto social que incluya los distintos sectores (políticos, económicos, académico, sociedad civil, entre otros) que permita replantear un nuevo país, y que reoriente según sus propias particularidades hacia un país que garantice y respete los Derechos Humanos.
Comisión Nacional de Bioética de El Salvador


