info@redbioetica.com.ar | miércoles 05 de noviembre de 2025
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Bioética y sociedad

Proyecto: Basura cero

La defensoría del pueblo de la Ciudad de Buenos Aires acaba de publicar un informe sobre los peligros de quemar la basura a propósito de la propuesta del gobierno porteño de volver a la quema de basura,  dejando el proyecto que se había comenzado denominado basura cero para el año 2028. Ofrecemos aquí el prólogo del informe escrito por Antonio Elvio Brailovsky. 

Comentarios sobre el poryecto de valorización energética de residuos urbanos a partir de la incineración

La idea de utilizar la incineración de residuos para generar energía se origina en la aplicación de un principio ambientalista propuesto por Naciones Unidas en sus comienzos: “un contaminante puede ser un recurso que está en un lugar equivocado”. Producir energía en vez de generar basurales parece, en teoría, una buena idea. Hay numerosos antecedentes en ese sentido. Por ejemplo, Chicago y otras ciudades norteamericanas quemaban sus residuos domiciliarios en la década de 1930 para producir energía. Actualmente se quema un residuo muy específico (los barros de las estaciones de servicio, compuestos de restos de hidrocarburos) en los hornos de cemento. Se trata, sin embargo, de un residuo homogéneo (lo que permite un mayor control de emisiones), mientras que los residuos urbanos tienen miles de componentes diferentes. Antes de definir si se va a incinerar o no, es importante plantearse qué se quiere incinerar y con qué criterios. Por ejemplo, en Japón se incinera la casi totalidad de los residuos urbanos. Por el contrario, en Estados Unidos apuntan a procesar los residuos de otras maneras y a incinerar solamente aquello con lo que ya no se sabe qué hacer. En consecuencia con dicha política, en los Estados Unidos, de los 200 millones de toneladas de residuos sólidos generados por año, solo 16% es incinerado (Estrucplan On Line – http://estrucplan.com.ar/Articulos/ – Salud, seguridad y medio ambiente en la industria).

En cualquier caso, se trata de una actividad de muy alto riesgo, especialmente si se realiza en un área urbana o donde haya población cercana o cursos de agua en las inmediaciones. La prioridad debe ser el mantenimiento de la calidad de aire y no la necesidad de “hacer desaparecer la basura”, sin prestar atención a los peligros que implica. Los riesgos que se atribuyen a las plantas de incineración se vinculan con la posible generación de contaminantes que se depositan en el aire, el suelo y el agua, y que son precursores de enfermedades como diversos tipos de cáncer, enfermedades respiratorias, gastrointestinales, de la piel y responsables de defectos congénitos. La valorización de residuos urbanos puede generar emisiones de: Amoniaco (NH3), Cloro (Cl) y sus compuestos inorgánicos, Dióxido de Carbono (CO2), Fenoles (C6H5OH), Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PAHs), Óxido Nitroso (N2O), Óxidos de Nitrógeno (NOx), al igual que de metales pesados como Arsénico (As) y sus compuestos, Cadmio (Cd) y sus compuestos, Níquel (Ni) y sus compuestos, Plomo (Pb) y sus compuestos, Dioxinas y Furanos. Algunos de estos compuestos peligrosos, como los metales pesados, son bioacumulativos, y se van depositando día a día en el organismo, y pueden causar enfermedades en el corto, mediano y largo plazo. Son sustancias que además se transmiten de las madres a los fetos, generando enfermedades y malformaciones congénitas, y a través de la lactancia hacia los infantes, provocando las afectaciones arriba señaladas.

Las tecnologías anteriores a los últimos años del siglo XX eran fuertemente contaminantes, con serios daños para la salud de los vecinos. Las normas más recientes de la Comunidad Europea establecen estándares muy rigurosos al respecto. También establecen mecanismos muy estrictos de control del cumplimiento de esa normativa. Un estudio realizado en el País Vasco considera: … los efectos adversos para la salud derivados de las incineradoras de RU es limitado. Los resultados de dichos estudios muestran cierta evidencia de asociación entre las emisiones de dichas instalaciones con algunas malformaciones congénitas, alteraciones en el desarrollo y algunos tipos de cáncer. Sin embargo, la gran mayoría de los estudios no permite señalar a las incineradoras como fuente de emisiones responsable de los efectos observados, ya que frecuentemente se encuentran ubicadas en zonas donde existen otras fuentes de dioxinas y otros contaminantes que pudieran ser responsables del efecto observado. (Incineración de residuos urbanos y salud pública / [autores, documento elaborado por la Dirección de Salud Pública del Departamento de Sanidad y dirigido por, Jesús María Ibarluzea, Mikel Basterretxea]. – 1ª ed. – Vitoria-Gasteiz: Eusko Jaurlaritzaren Argitalpen).

En otras palabras, que las incineradoras de residuos se establecen habitualmente en sitios donde los pobladores ya están contaminados y no se puede diferenciar las enfermedades causadas por las incineradoras de las provocadas por otras formas de contaminación. Agregan: … no existe evidencia científica que haga suponer que la incineración de RU en plantas que utilizan tecnología moderna y respetan los niveles de emisión en vigor suponga un riesgo adicional significativo para la salud de la población. Este posicionamiento debe sustentarse en el establecimiento de los planes de vigilancia a los que el procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental obliga, además de aquellos que tanto la administración ambiental como sanitaria establezca como mecanismos de supervisión del funcionamiento de las plantas incineradoras y como garante de que el impacto de la planta, tanto medio ambiental como en la salud de la población, se encuentra bajo control. Esto plantea un problema que no es tecnológico sino de gestión:

• Desde la racionalidad económica, ambiental y social, es necesario establecer criterios que apunten al aprovechamiento de la mayor parte (en realidad, de la casi totalidad) de los residuos, salvo un núcleo duro, absolutamente inutilizable.

• Cualquier autorización de incineración de residuos debe establecer estándares de calidad del aire y mecanismos de control de un rigor equivalente a los que se realizan en la Comunidad Europea. La implementación de una tecnología de muy alta peligrosidad en un contexto de controles débiles o inexistentes es la peor combinación posible.

• Sin embargo, la Ciudad de Buenos Aires no realiza un control adecuado de las fuentes de contaminación que existen en su territorio. Agregar nuevas fuentes potenciales de contaminación, de mucho mayor riesgo, sin establecer previamente un control confiable, es someter a los vecinos a una amenaza innecesaria.

• En un contexto de fuerte desconfianza en los controles que pueda realizar la Ciudad de Buenos Aires, cualquier actividad peligrosa como la que se menciona debería tener un control externo duplicado, tal vez a cargo de alguna de las Universidades públicas con sede en la ciudad. 

Defensoría del Pueblo de la CABA, Basura cero.
Combustión, inclusión y cuidado ambiental, 2018.

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