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La ética como encrucijada de la izquierda

Reproducimos aquí un trabajo del miembro de la Red, el salvadoreño Carlos Molina en que reflexiona sobre las relaciones entre la ética y la política, un tópico crucial para el momento latinoamericano donde parece que separar ambas respuestas es la única posibilidad para el futuro.  Reflexiona Molina sobre la razón de esta demonización de la política desde la ética y señala sus causas específicas. Un tema que debe convocarnos como bioeticistas ya que la política no puede ignorarse a la hora de defender los derechos humanos, de nuestra respuesta depende nuestro futuro. El artículo fue publicado originariamente en el periódico Rebelión

En los tiempos que corren, pare ce que ética más política solo puede dar corrupción. Eso es “lo que se dice en todas partes”, así lo leemos en los periódicos, lo vemos en la televisión y lo vivimos en las redes sociales. La ética se ha convertido no en la medida para evaluar la política, sino en su antítesis. Antes de que un político pueda dar pruebas de descargo o exponer sus argumentos, el tribunal de la opinión pública ya ha declarado su inmoralidad intrínseca.

La idea de que la sola dedicación a la política implique una suspensión de toda moral fracasa en tres sentidos : promueve una visión abstracta, limitada e inútil de la ética, al reducirla al ámbito de las decisiones individuales o de la acción social “apolítica”; limita la política a lo partidario, ya que vuelve irrelevante el compromiso político que no se decanta por un partido, al mismo tiempo que invisibiliza el conflicto social entre grupos con intereses contrapuestos; y aleja nuestra atención del resto de profesiones —abogados, periodistas— e instituciones —iglesias, escuelas—, en donde las conductas inmorales son el pan de cada día. Esto no siempre fue así. ¿Cómo llegamos a esta situación?

Desde hace algunas décadas, a medida que el neoliberalismo fue expandiéndose y creando las condiciones para sus expresiones más totalitarias, también construyó su propio antidiscurso de la política. Era necesario asumir que la única política buena es la que no corre el riesgo de transformarse en una “distorsión del mercado” — como cuando se toman en serio los derechos humanos de los trabajadores o de los migrantes — y que la gestión de lo público debía pasar, de las instituciones sometidas a control democrático, a las burocracias privadas transnacionales y sus aliadas criollas. En otras palabras, el único político bueno es el político muerto, pues la necesidad de la política ha desaparecido, y solo cuenta la gestión del presupuesto mínimo y las ganancias empresariales máximas.

Fuente: Rebelión

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Un comentario sobre “La ética como encrucijada de la izquierda

  1. No entiendo, el autor culpa al neoliberalismo por la corrupción y el descrédito de la política, como si en la izquierda no hubiese corruptos. Basta de encontrar falsos culpables, hay que asumir el fracaso propio y entender que quienes se dicen democráticos, sensibles, progresistas, etc. no lo son. Me refiero esencialmente a Argentina.

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