info@redbioetica.com.ar | miércoles 03 de diciembre de 2025
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Bioética, ciencia y tecnología

La desigualdad  en la sociedad impacta en la salud cerebral

Este tipo de investigaciones corrobora que la salud no puede ser pensada como posible en sociedades desiguales, no solo afecta al desarrollo del cerebro, si es que alguien podía pensar que el cerebro se libraría de ello, sino integralmente a toda la persona en su nivel biológico, intelectual e incuso moral.

La desigualdad estructural afecta no solo nuestras oportunidades sociales y económicas. Este nuevo estudio, publicado en Nature Aging, revela cómo estas disparidades económicas también influyen directamente en la salud del cerebro, especialmente en el envejecimiento y la demencia. A través de una investigación pionera que abarcó países de América Latina y los Estados Unidos, los científicos han logrado conectar desigualdades sociales con cambios biológicos en el cerebro.

¿Qué es la desigualdad estructural?

La desigualdad estructural se refiere a la distribución desigual de recursos y oportunidades en un territorio. Este concepto, medido por el índice de Gini, está relacionado con cómo los ingresos se distribuyen entre la población de un país o región. Mientras más alto es el índice de Gini, más pronunciada es la desigualdad. Pero, ¿podría esta desigualdad estar esculpiendo nuestros cerebros?

«Entender cómo las desigualdades sociales afectan el cerebro es clave para abordar el envejecimiento saludable y la demencia en nuestra región,» afirma Agustín Ibáñez, director científico de BrainLat, e investigador del GBHI, quien dirigió el estudio.

Lo que descubrieron los investigadores

El estudio analizó datos de neuroimágenes de 2,135 participantes, incluyendo adultos mayores sanos y personas con demencia, distribuidos en países como Argentina, Chile, Colombia, Perú, México y Estados Unidos. Los resultados mostraron que la desigualdad socioeconómica está asociada a:

  • Menor volumen cerebral y conectividad funcional: En regiones clave del cerebro, como el hipocampo, el cerebelo y el tálamo, la desigualdad estructural se asoció con atrofia cerebral y menor conectividad neuronal.
  • Mayor impacto en América Latina: Los efectos fueron más severos en los países latinoamericanos, donde la desigualdad suele ser más alta que en Estados Unidos. Además, el impacto fue más pronunciado en personas con Alzheimer que con otras condiciones (Demencia Frontotemporal).
  • Independencia de otros factores: Estos resultados se mantuvieron incluso después de controlar por edad, sexo, nivel educativo y otras variables.

¿Por qué es importante?

«Este trabajo subraya cómo factores sociales estructurales pueden tener un impacto biológico profundo. Es un llamado a investigar y actuar desde una perspectiva integral,» afirma Agustina Legaz, postdoct de BrainLat y primera autora del estudio. Este trabajo marca un hito al conectar factores macrosociales, como la desigualdad, con biomarcadores del cerebro. Más allá de los determinantes individuales, como el nivel educativo o los ingresos personales, la desigualdad estructural tiene un impacto directo en la salud cerebral, especialmente en regiones donde las brechas sociales son más profundas.

La investigación también destaca cómo estos efectos son más visibles en poblaciones subrepresentadas, como las de América Latina, enfatizando la necesidad de intervenciones dirigidas que aborden estas desigualdades desde una perspectiva política y médica. Los hallazgos subrayan la urgencia de implementar políticas que reduzcan las desigualdades sociales, diseñar estrategias de salud específicas para poblaciones vulnerables y promover más investigaciones que integren perspectivas sociales y biológicas.

La salud cerebral no es solo una cuestión de genes o estilo de vida; también está profundamente influenciada por nuestro entorno social. Este estudio nos invita a repensar cómo abordamos el envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas, destacando que reducir las desigualdades no solo mejora la justicia social, sino también podría proteger nuestros cerebros.

Este tipo de investigaciones corrobora que la salud no puede ser pensada como posible en sociedades desiguales, no solo afecta al desarrollo del cerebro, si es que alguien podía pensar que el cerebro se libraría de ello, sino integralmente a toda la persona en su nivel biológico, intelectual e incuso moral.

La desigualdad estructural afecta no solo nuestras oportunidades sociales y económicas. Este nuevo estudio, publicado en Nature Aging, revela cómo estas disparidades económicas también influyen directamente en la salud del cerebro, especialmente en el envejecimiento y la demencia. A través de una investigación pionera que abarcó países de América Latina y los Estados Unidos, los científicos han logrado conectar desigualdades sociales con cambios biológicos en el cerebro.

¿Qué es la desigualdad estructural?

La desigualdad estructural se refiere a la distribución desigual de recursos y oportunidades en un territorio. Este concepto, medido por el índice de Gini, está relacionado con cómo los ingresos se distribuyen entre la población de un país o región. Mientras más alto es el índice de Gini, más pronunciada es la desigualdad. Pero, ¿podría esta desigualdad estar esculpiendo nuestros cerebros?

«Entender cómo las desigualdades sociales afectan el cerebro es clave para abordar el envejecimiento saludable y la demencia en nuestra región,» afirma Agustín Ibáñez, director científico de BrainLat, e investigador del GBHI, quien dirigió el estudio.

Lo que descubrieron los investigadores

El estudio analizó datos de neuroimágenes de 2,135 participantes, incluyendo adultos mayores sanos y personas con demencia, distribuidos en países como Argentina, Chile, Colombia, Perú, México y Estados Unidos. Los resultados mostraron que la desigualdad socioeconómica está asociada a:

  • Menor volumen cerebral y conectividad funcional: En regiones clave del cerebro, como el hipocampo, el cerebelo y el tálamo, la desigualdad estructural se asoció con atrofia cerebral y menor conectividad neuronal.
  • Mayor impacto en América Latina: Los efectos fueron más severos en los países latinoamericanos, donde la desigualdad suele ser más alta que en Estados Unidos. Además, el impacto fue más pronunciado en personas con Alzheimer que con otras condiciones (Demencia Frontotemporal).
  • Independencia de otros factores: Estos resultados se mantuvieron incluso después de controlar por edad, sexo, nivel educativo y otras variables.

¿Por qué es importante?

«Este trabajo subraya cómo factores sociales estructurales pueden tener un impacto biológico profundo. Es un llamado a investigar y actuar desde una perspectiva integral,» afirma Agustina Legaz, postdoct de BrainLat y primera autora del estudio. Este trabajo marca un hito al conectar factores macrosociales, como la desigualdad, con biomarcadores del cerebro. Más allá de los determinantes individuales, como el nivel educativo o los ingresos personales, la desigualdad estructural tiene un impacto directo en la salud cerebral, especialmente en regiones donde las brechas sociales son más profundas.

La investigación también destaca cómo estos efectos son más visibles en poblaciones subrepresentadas, como las de América Latina, enfatizando la necesidad de intervenciones dirigidas que aborden estas desigualdades desde una perspectiva política y médica. Los hallazgos subrayan la urgencia de implementar políticas que reduzcan las desigualdades sociales, diseñar estrategias de salud específicas para poblaciones vulnerables y promover más investigaciones que integren perspectivas sociales y biológicas.

La salud cerebral no es solo una cuestión de genes o estilo de vida; también está profundamente influenciada por nuestro entorno social. Este estudio nos invita a repensar cómo abordamos el envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas, destacando que reducir las desigualdades no solo mejora la justicia social, sino también podría proteger nuestros cerebros.

El estudio completo puede consultarse en Nature Aging bajo el título: «Structural inequality linked to brain volume and network dynamics in aging and dementia across the Americas.»

Disponible en: https://doi.org/10.1038/s43587-024-00781-2

Agustina Legaz, Florencia Altshuler, Raúl González-Gómez, et al.

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