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Bioética y Medio Ambiente

Calor extremo y salud

Salud y calor extremo 

Las olas de calor y los incendios forestales que asolaron el sur de Europa y los Estados Unidos este verano han sido traumáticas y mortales. Se reportaron 600 muertes en exceso en el noroeste del Pacífico, solo en los Estados Unidos. Según el Sexto Informe de Evaluación del Grupo de Trabajo I del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que sintetiza las últimas pruebas científicas sobre el cambio climático, se espera que la temperatura global alcance o supere 1·5°C de calentamiento, promediado en los próximos 20 años. El informe predice que estas temperaturas récord serán más frecuentes, intensas y durarán más tiempo debido al cambio climático inducido por el hombre. Cuáles son las consecuencias para la salud de un clima más cálido y cómo se gestiona el calor extremo serán dos de las preguntas definitorias de esta década, y son abordadas por varios artículos en este número de The Lancet. 

Un estudio de modelización en dos partes realizado por Katrin Burkart y colegas del Estudio de la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo es el primer análisis exhaustivo de la carga global de muertes atribuibles a la temperatura por causa específica. Los análisis de los datos de 65 millones de muertes y estimaciones de temperatura en nueve países indican que el calor y el frío extremos están asociados con 17 causas de muerte, en gran parte cardiorrespiratorias o metabólicas, pero también con suicidios y varios tipos de lesiones. Los autores estiman que 1·7 millones de muertes en todo el mundo en 2019 estuvieron relacionadas con el calor y el frío extremos (356 000 estaban relacionadas con el calor). Aunque estas estimaciones mundiales conllevan incertidumbres inherentes, el estudio muestra la importancia de la temperatura como factor de riesgo para la salud mundial, y proporciona datos valiosos para ayudar a los responsables de la formulación de políticas y a otras personas a planificar las intervenciones. La evidencia más reciente sobre cómo exactamente el calor afecta directamente al cuerpo humano (causando mala salud a través de la deshidratación o la tensión cardiovascular) y los entornos vulnerables al calor se presenta en la serieHeat and Health de The Lancet,co-dirigida por Kristie Ebi, Ollie Jay y Anthony Capon. La serie también revisa las medidas efectivas de prevención y respuesta a los extremos de calor.  

Se pueden extraer dos lecciones importantes: en primer lugar, se necesitan intervenciones de refrigeración más sostenibles y asequibles que no aumenten aún más las emisiones de gases de efecto invernadero ni agraven las desigualdades existentes. Por ejemplo, a pesar de los beneficios inmediatos para la salud del aire acondicionado y su creciente prevalencia en todo el mundo, es una solución insostenible para el calor extremo, que contribuye a la contaminación del aire, las emisiones de gases de efecto invernadero y un mayor efecto de isla de calor urbana. Además, el aire acondicionado es a menudo inasequible para las personas que corren mayor riesgo de sufrir calor extremo, lo que amplía la desigualdad y castiga a quienes a menudo contribuyen menos al cambio climático. Se debe priorizar las estrategias basadas en la evidencia que se centran en enfriar al individuo, como el uso de ventiladores impulsados por baterías, no solo en enfriar el aire circundante. 

En segundo lugar, poner la salud en el centro de la política y la planificación multisectoriales puede generar beneficios más allá de la simple reducción de la carga relacionada con el calor. Debido a que el calor extremo tiene mayores efectos en la salud de las personas en los entornos urbanos, los espacios verdes son cruciales para el enfriamiento en las ciudades, pero también proporcionan beneficios colaterales: reducen la exposición a la contaminación del aire y el ruido, alivian el estrés, proporcionan un entorno para la interacción social y la actividad física, y secuestran el carbono. 

Para reducir los impactos del calor extremo en las personas y las poblaciones vulnerables, algunos gobiernos han adoptado planes de acción nacionales o locales de salud contra el calor. Sin embargo, los planes son muy variables y la aplicación es desigual. Muchos centros de atención de la salud no están preparados. Si su infraestructura física falla debido al sobrecalentamiento, la capacidad de tratar a los pacientes afectados por el calor extremo podría verse comprometida cuando más se necesite. Todos los países, comunidades locales e instituciones deben adoptar planes de acción eficaces de salud contra el calor adaptados a las condiciones locales. 

Estos planes de acción proporcionan medidas para adaptarse al calor extremo, pero no abordan una causa fundamental de los calores extremos: las emisiones de gases de efecto invernadero. Minimizar los efectos de la temperatura en la salud requiere tanto la prevención como la adaptación a un clima cambiante, dos de los objetivos clave de la COP26,que se celebra en Glasgow, Reino Unido, del 31 de octubre al 12 de noviembre. Pero existe el peligro de que las promesas y promesas para abordar la crisis climática no se reflejen en acciones decisivas y políticas efectivas. Los líderes en la reunión deben proporcionar marcos regulatorios, políticas e inversiones transformadoras para garantizar la mitigación y adaptación sostenible al cambio climático. Los artículos que publicamos hoy proporcionan un fuerte argumento científico de que las dimensiones de salud del calor ya no pueden pasarse por alto. 

Fuente: Editorial, The Lancet, tomo 398, num 10301, pg.621, 21/8/2021 

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