Las venas abiertas de América Latina
Una de las columnas que sostiene a la bioética latinoamericana es la justicia, la auténtica justicia, esa que tiene que ver con el reconocimiento de la dignidad humana y por consiguiente con la defensa de la igualdad entre los seres humanos y los pueblos. Cuando vemos en el mundo que algunos seres humanos y algunos pueblos no sólo gozan de todos los bienes sino que los despilfarran en aras del consumo no podemos dejar de ver en otras latitudes seres humanos y pueblos que carecen hasta de lo más necesario, que simplemente sobreviven. Cuando necesitamos comprender el origen de tamaña injusticia agradecemos que escritores de primer nivel, como Galeano, nos permitan tener en claro la razón de esas diferencias. Publicamos aquí un extracto de uno de sus libros más reconocidos.
Las venas abiertas de América Latina
“La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones.
Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos, aunque los haitianos y los cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda clase, de nebulosa identificación.
Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo.
A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos, ya habían nacido dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad).
Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convirtieron en veneno”.
Eduardo Galeano: Extracto de la introducción del libro ‘Las venas abiertas de América Latina



por desgracia es la realidad, la historia nos enseña esta realidad de como los aborazados de tiempos pasados nos ganaron el mandado y aun lo siguen realizando y EEUU es parte de la pobreza de los países de América latina imponiendo sus tratados y convenios tanto políticos como financieros
América latina a sido pisoteada una y mil veces y eso lo comentamos muy a menudo, pero quien hace esto son los países mas desarrollados los que han destruido la naturaleza, las personas, etc.
pero debemos pensar nosotros en esa posición de esos países con un desarrollo exagerado a los nuestros vemos que estamos a años luz en cuanto a desarrollo, hoy aplaudo a nuestra organización World Vision por el gran apoyo o la gran escuela que es para nosotros gracias Bíblica Virtual por impulsarnos al desarrollo trasformador de nuestras comunidades, no es fácil hacer el cambio pero hoy de la mano de Dios podemos hacer una nación grande y poderosa por medio de Jesús quien transforma vidas.
el desarrollo vendrá por una persona que se humilla y es ejemplo en su barrio, su comunidad y su nación. 1 cron 7;14