Alfonsina Storni
Alfonsina Storni
Poeta argentina nacida en 1892 en Suiza es uno de los íconos de la literatura posmodernista que ocupa un lugar destacado en el panorama literario hispanoamericano por la fuerza con que aparece en sus versos la afirmación de una mirada femenina sobre el mundo. Con una infancia difícil como hija de inmigrantes que tiene que aprender a ganarse el pan, luego de una vida con carencias y con recurrentes enfermedades, su poesía y toda su vida de mujer comprometida con su tiempo, -recordemos que fue madre soltera-, refleja dramatismo, lucha y una audacia inusual para la época. Su temática es, sobre todo, amorosa, feminista y profunda, está impregnada de lucha, audacia, amor y de una reivindicación del género femenino. Junto a la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou, contemporáneas suyas conformaron la primera avanzadilla en la lucha de las mujeres por ocupar lugares de reconocimiento en los espacios de la literatura de América. Fue maestra rural y profesora de colegios primarios y secundarios, también empleada de comercio.
Recién en los años 20 logra convertirse en una mujer profesional consolidada en el mundo intelectual de Buenos Aires, un mundo dominado por hombres. No sólo escribió poesía buscando escapar del modernismo hacia el realismo, sino también obras de teatro y notas en revistas porteñas donde adopta un periodismo combativo y en más de una ocasión enfatiza que lo primero que se tiene que hacer para cambiar la situación de las mujeres es romper con los tópicos, los arquetipos, los lugares comunes que la sociedad patriarcal espera de ellas y para ello las insta a demostrar que son seres pensantes. Puede decirse que fue la primera mujer reconocida entre los mayores escritores de aquel tiempo obteniendo reconocimientos para su obra en forma de premios literarios.
En sus primeros tiempos en Buenos Aires, establece amistad con reconocidos intelectuales de pensamiento socialista, como Manuel Ugarte y José Ingenieros. Comienza más tarde a frecuentar los círculos literarios en Buenos Aires y Montevideo como el grupo Anaconda, en Buenos Aires, con Horacio Quiroga, Emilio Centurión y Enrique Amorín, o Signos en el café Castelar, con Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna.
Cuando ella escribe aún perduraba la exigencia burguesa para las mujeres de conservar la virginidad prematrimonial, el mandato de mantenerse “pura y blanca” para el hombre que fuera a ser su esposo. Alfonsina escribe en relación con ello la poesía “Tú me quieres blanca” que reproducimos abajo. Esta obra es una muestra de sus dolorosas y frustradas relaciones amorosas, así como de la desigualdad en esas relaciones que expresa en un reproche al hombre de no vivir su vida amorosa de la misma manera que se lo pide a la mujer. El hombre aparece en muchas de sus obras como el amado enemigo, y la sociedad, una entidad que no alcanzará a comprender su diferencia.
Un cáncer va minando sus últimos dos años y el suicidio de su mejor amigo, antes su amante, Quiroga así como la hija de éste, sumado al de Lugones van haciendo crecer en ella la idea de la muerte buscada. Una noche, en Mar del Plata, donde había ido a descansar, después de unas horas de intenso dolor, llama a la asistenta de la pensión donde se hospeda y le dicta una carta para su hijo. En la madrugada del 25 de octubre de 1938, Alfonsina, de cuarenta y seis años, bajo una lluvia torrencial, se arroja al mar desde un espigón dejando como testamento el poema, “Voy a dormir” que también reproducimos.
TU ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
VOY A DORMIR
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…


